[Esta carta pertenece a la serie Identidad y hoy discurre sobre la memoria. Si escarbo en quién soy yo, a lo mejor a ti te salpica quién eres tú]
¿Qué seríamos nosotros sin nuestra memoria? Sin ella, no sólo no tendríamos biografía, sino que tampoco tendríamos una vida, al menos una vida consciente. […]
Richard David Precht, filosófo.
En la carta anterior…
“En mi cabeza los bebés toman triturados”.
¿Cómo era el bebé que te imaginaste? ¿Dónde estaba sentado? ¿Qué tipo de recipiente contenía su comida? ¿Cómo era el asado argentino de la niña que no comía potitos?
Lo más probable es que hayas respondido estas preguntas sin apenas darte cuenta. Primero, porque a la imaginación no se la puede controlar —a priori—, y segundo, por un concepto muy importante para la memoria: las imágenes mentales.
Simplificando mucho el proceso, sería algo así:
Ves algo nuevo, percibes la imagen con tus ojos (y con tu nariz hueles la escena, tu oído registra el sonido…)
Pones atención y lo registras en tu cerebro —lo memorizas—.
Vuelves a ver la misma escena. Ya no percibes con la misma intensidad que la primera vez, ahora la rescatas de la memoria. Eso que registraste vuelve a tu pensamiento. Es decir, el cerebro intercambia la información de los sentidos por una imaginación, una “visión interna” que utiliza para procesar y recordar información.
Es decir, básicamente, vives de tu memoria más que de tu percepción
Piénsalo. El día que vas a un lugar nuevo, que empiezas en un trabajo diferente, conoces nueva gente etc. acabas mucho más exhausta que cualquier otro día rutinario. Precisamente porque ese día tienes tus sentidos al 100%.
Hija mía, por eso, para optimizar procesos y ahorrar energía, tu pensamiento funciona a base de imágenes mentales.
Para muestra, este experimento:
A dos grupos de jóvenes (británicos y españoles) se les hizo pintar Barcelona desde el mirador del Tibidabo. Sin saber de quién era cada dibujo, fue muy fácil distinguir a quién pertenecía cada pintura:
Los que pintaron el cielo gris eran los británicos.
No “vieron” el cielo, lo rescataron de su imagen mental. El neurocientífico David del Rosario lo describe así:
“Siempre que nos enfrentamos a algo conocido, sea un objeto, un evento, una persona o un lugar, el organismo cierra el grifo de los sentidos y nos planta delante de los ojos una imagen mental (ocurre lo mismo con el oído, el olfato, el gusto o en la sensaciones corporales). […] El cerebro deja de ver cuando cree saber.”
Es importante entender que creas imágenes mentales de absolutamente todo, incluso de tu persona. De quién eres. Forma parte de tu memoria autobiográfica.
¡Ojo! Un cielo gris en un lienzo es inocuo. Un pensamiento negativo sobre ti misma puede ser nefasto.
Por eso hay un gran peligro: no saber, o no aceptar, que tus imágenes mentales siempre tendrán un error asociado. Del Rosario lo llama la regla del problema único: el origen de cualquier problema es olvidar que estás viendo una imagen mental y no la realidad.
“El ayer define quién soy” ¿Seguro?
No puedes disociarte de tu memoria biográfica, es un hecho.
Ya te lo decía en otra carta. Eres lo que eres por lo que tú recuerdas… y por lo que los demás recuerdan de ti misma. Esta memoria da a tu vida un sentido de continuidad, si no la tuvieras, tu vida parecería fragmentada.
Pero la memoria no siempre es algo consciente que tú rescates a tu antojo. ¿Podrías decirme exactamente cuáles son los movimientos que haces para atarte los cordones? ¿O cómo eres capaz de escribir en el ordenador a la velocidad del rayo? ¿O de montar en bici? ¿O nadar? ¿O tocar tu instrumento favorito?
Una vez se aprende a hacer todo lo anterior, nunca se olvida porque forma parte de la memoria procedimental (a menos que haya un trauma cerebral, pero no estamos en esas). En definitiva, no hay que hacer un esfuerzo consciente para nada de lo que se registra en este tipo de memoria.
Sin embargo, no te puedes fiar en absoluto de tu memoria biográfica.
Cada vez que recuerdas algo, ya sea sobre ti misma o algo externo, lo alteras. Reescribes el pasado porque tienes que reconstruir la memoria, y ahí añades nuevas formas de ver las cosas, experiencias recientes, habilidades recién adquiridas… Incluso si lo que estás recordando sucedió ayer, no lo recuerdas exactamente como pasó, porque tu estado emocional y físico ya no es el mismo.
¡Ah, la memoria!
¿Te ha pasado alguna vez que ibas a la cocina y tal cual entraste se te olvidó a qué ibas? Quizá volviste atrás, a la habitación de la que venías, porque justo ahí, frente al baño, te vuelve a la mente lo que habías ido a buscar.
Lo explica mejor el catedrático de psicobiología Ignacio Morgado, quien dice que la memoria depende muchas veces del contexto externo e interno en el que se formó. Si quieres recordar algo, pero no estás en la misma situación en la que se creó el recuerdo, es probable que no lo recuerdes.
Por eso, no estudies de noche y a tope de cafeína, porque a la hora del examen no podrás recrear esa misma situación y será más difícil vomitar lo aprendido.
Pero déjame que vuelva a mi parcela, la identidad.
¿Quién soy —quién eres— si los recuerdos que uso para definirme como persona cambian con el tiempo?
—Yo ya no soy quien era hace 20 años —nos dice el vecino con el mocho de la fregona en la mano y la cara mustia.
Reconócelo. Dime que tú, al igual que él, has cambiado desde tu pasado —no eres la misma persona que eras hace años o incluso días atrás—. Tus gustos cambian, tus opiniones se adaptan, y tus experiencias moldean continuamente tu percepción del mundo y de ti misma. Sin embargo, miras hacia el futuro, ¿y tiendes a imaginarlo como si fueras a permanecer idéntica a como eres hoy?
Me dirás que sí.
Llámalo ambigüedad, contradicción o paradoja, pero es muy probable que estés subestimando tus futuros pensamientos basándote en quién eres en el presente.
Estás proyectando y generando unas expectativas que nunca tendrán sentido porque dejas de lado el hecho de que, inevitablemente, seguirás cambiando.
Entonces, aquí está el verdadero reto: ¿cómo te las arreglas para planificar tu futuro? ¿De verdad hace falta hacerlo? ¿Cómo te mantienes fiel a tu yo cambiante sin perder de vista quién eres?
La memoria vrs. el recuerdo. La versión fija vrs. la fluida.
Un lío constante.
Definitivamente, vives —vivo— en los mundos de Yupi.
P.D. ¿Cuánto tiempo y energía te toma revisar las imágenes mentales que tienes de ti misma? Si sufres no temas, será buena señal.