¿Tú le darías de comer algo sólido a un bebé de seis meses que ni siquiera tiene dientes?
Yo sí.
Te voy a contar el día en que decidí hacerlo con mi propia hija.
Fue en un cumpleaños de un adulto, argentino. Importante esto último, para que te hagas una idea de la cantidad —y calidad— de carne que había en las brasas de aquella barbacoa. Vacío, entraña, chorizo criollo… Todo delicioso. Por entonces yo estaba embarazada de unos 5 meses, lo que no me impidió ponerme las botas.
Hubo algo que llamó muchísimo mi atención.
Allí había una niña de poco más de un año que comía con sus manos exactamente lo mismo que yo. ¡Carne a la brasa! (Y hummus, y verdura asada…) Cierto es que todo lo tenía cortado en pedacitos pero aún así ¡comía de todo y sola!
Me impactó ver cómo alguien tan pequeño ya era autónomo en su propia alimentación —en mi cabeza, los bebés tomaban alimentos triturados—. Además, los padres estaban disfrutando de su propia comida porque no tenían que estar dándole a ella de comer.
Observé la escena con admiración. Pregunté cómo era aquello posible y el padre, de una forma muy vaga, me dijo que su hija había aprendido a comer de aquella manera por sí misma. Por cómo me lo explicó pensé que era algo único de su hija.
Aquello me pareció diferente y cómodo. Busqué información cuando llegué a casa y descubrí, para mi sorpresa, que no era algo único de aquella cría sino que existe una alternativa en la introducción a los alimentos llamada BLW (Baby Led Winning).
Me estuve informando con detalle hasta que le llegó el día a mi hija.
La pediatra, en la revisión de los 6 meses:
—¿Sigue tomando el pecho?
—Sí.
—De acuerdo, seguirá siendo su alimento principal pero desde ya tiene que empezar a comer otras cosas —recuerdo que me dijo la pediatra mientras imprimía un papel, supongo que para dármelo.
—Me gustaría darle directamente sólidos —le dije mientras la miraba a la cara.
—Vale —dijo ella mientras cogía el papel de la impresora y sutilmente lo metía en un cajón—. Es una buena opción, te recomiendo que te informes bien, y que te formes en primeros auxilios básicos.
Deduje que lo que me iba a explicar aquella mujer no era nada relacionado con el BLW, sino con la forma “tradicional” de alimentar a un bebé. No obstante, aceptó mi deseo y no me juzgó, pero tampoco me explicó la alternativa.
Esta historia me sirve para explicarte hoy un concepto muy importante relacionado con la memoria, que es el primer ancla al que me estoy agarrando para seguir experimentando sobre la identidad. Para ello, rebobinemos lo máximo posible en la vida de uno: el nacimiento.
¿Un bebé nace con el cerebro en blanco?
Respuesta rápida: no.
El cerebro universal
Según el neurocientífico David del Rosario, el cerebro universal es un espacio de conocimiento esencial con el que ya nacemos y que se va “desbloqueando” a base de estímulos. Disponer de un cerebro universal significa que el conocimiento no se adquiere, ya está ahí de manera natural. No ocupa espacio y forma parte de esa memoria procedimental sobre la que se asientan todos los recuerdos inconscientes. Tampoco se trata de un conocimiento místico, sino que está en nuestros genes y se va despertando poco a poco.
Este cerebro —este tipo de conocimiento— es el que le permite a la cría alimentarse cómo y cuando quiera.
El primer estudio que se hizo al respecto fue realizado por Clara Davis en el año 2000 y comparó a niños que comían “lo que querían” —con una lógica y orden, comprueba la metodología directamente en el estudio— frente a otros cuya comida sí estaba medida y pautada. A medio/largo plazo, todos los niños estaban bien nutridos y no existían diferencias en su crecimiento. Es decir, que a pesar de llevar unas dietas con enormes variaciones, habían seguido una alimentación perfectamente equilibrada sin el control de un adulto.
Davis lo refirió como mecanismo de supervivencia, del Rosario lo llama cerebro universal. En cualquier caso, lo que ambos sostienen es que ese conocimiento ya estaba ahí.
De hecho, ese conocimiento esencial es la base “del pecho a demanda”, que ningún pediatra a día de hoy cuestiona. Porque lo primero que te dicen cuando tienes un bebé es que la teta todo el día fuera, cada vez que él quiera —ojo, que el bebé no sólo sabe cuántos nutriente necesita, sino que tu propio pecho regulará la cantidad de leche que debe producir, en base a su demanda—.
—Sí, doctora, lo que usted mande.
Esta aceptación empieza siendo una cuestión de confianza, primero por el profesional que te lo indica, y después por tu propio hijo, una vez ya iniciada la experiencia de alimentarle.
Sin embargo, con los sólidos los profesionales ya no se ponen tan de acuerdo. ¿Será por miedo o inseguridad hacia los padres? En cualquier caso, si la madre ya ha confiado una vez en su retoño, ¿por qué no volver a confiar de nuevo en su siguiente etapa alimenticia?
“Basándome en estos estudios, durante una conferencia pregunté a los asistentes cuántos pensaban que un niño de seis meses de edad era capaz de alimentarse equilibradamente decidiendo por él mismo lo que quería comer. El 80% de las personas levantó la mano. A continuación les pregunté cuántos eran padres o madres (la mayoría) y cuántos habían permitido que sus hijos se alimentaran por sí solos, dejándose llevar por el proceso inteligente de la vida. Solo dos personas levantaron la mano. Esto demuestra una cosa: no confiamos en la vida” David del Rosario, neurocientífico.
P.D. El BLW tiene una técnica de cocción y corte particular. Por supuesto, hay que informarse y formarse, la seguridad de nuestros bebés es lo primero.
P.D. No podemos quedarnos en la superficie de cualquier cosa que veamos u oigamos. En el texto decía que Davis había hecho el estudio en el 2000, aunque en realidad se hizo en 1939. Te he puesto un enlace al estudio, pero nunca será así de sencillo. Este gazapo es un ejemplo rápido para mostrar lo que es de primero de pensamiento crítico: contrastar la información. No te fíes ni de lo que yo te cuento aquí.
PD. ¿O sí? Ahora lee sólo las negritas de la carta. Venga, que hoy te lo pongo fácil: La atención es esencial para crear un recuerdo y que se te quede en la memoria. Así es como estamos viajando sobre nuestro Quién Soy, nuestra identidad, de abajo arriba, de lo más concreto a lo más abstracto.