Intenté vivir pero me distraje
¿Es tu tiempo igual al mío? ¿Un día siempre dura lo mismo? Sobre la resaca mental, la distorsión temporal y una cueva francesa.
El título de este texto no es de mi autoría pero, ¿acaso no logró capturar tu atención?
¡Hola!
Breve recordatorio de qué es Experimentando: textos que, por separado, se sostienen por sí mismos pero que, en conjunto y a vista de pájaro, oscilan sobre la creación de la identidad y buscan el pensamiento crítico.
Y hablando de recordatorios, de la carta anterior se deducía que
La atención es el ingrediente más valioso que tienes para vivir una buena vida, y es finito.
Ejem.
Era una buena postdata para cerrar esa carta, en la que hablaba de grandes corporaciones y capitalismo cognitivo.
Hoy vengo con otro recurso, en principio el más preciado y afín a todo el mundo:
El tiempo.
Tú, yo, mi vecino el del primero que cobra 1500€ al mes y también la del ático que cobra 4000€… Todos disponemos de 24 horas al día para vivirlas, ni más ni menos.
¿Seguro?
Déjame decirte que sí hay una diferencia real entre tu tiempo, el suyo y el mío. Se “mide” a través de la distorsión temporal, que hace que esas horas se contraigan o se expandan.
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo pensando que sólo habían pasado 15 minutos y sin embargo se te fueron dos horas?
A esa concentración tan intensa y placentera se la conoce como estado de flujo.
Ahora dime que lo experimentas con cierta regularidad y me alegraré por ti. No por tu dinero, sino por tu tiempo. Porque lo sabes y lo reconoces, cuando entras en ese flow, te sumerges por completo en lo que estás haciendo, perdiéndote en ti mismo. Es en ese instante cuando el tiempo parece esfumarse y te abandonas a la experiencia.
PERO
Para que eso ocurra, debes estar concentrado sólo y exclusivamente en esa vivencia. Porque, atención a los locos por la productividad:
La multitarea no existe, son los padres
Cuando crees que puedes hacer varias cosas al mismo tiempo, en realidad estás haciendo un acto de malabarismo mental. Cambias de una tarea a otra constantemente sin ser consciente de esa alternancia, gracias a que tu cerebro lo disimula para darte la sensación de que todo fluye sin interrupciones. Pero en realidad, estás alternando y ajustando tu enfoque continuamente, de una tarea a otra. Este vaivén tiene un costo: deteriora tu capacidad cognitiva.
Mira, hacer muchas cosas a la vez cansa, y eso genera resaca mental. ¡Habrá que solucionarla!
Como dice el periodista Johann Hari, tenemos que lidiar con nuestros problemas de atención antes de intentar conseguir ninguna otra meta.
A ver cómo:
Tú no tienes un pulpo en la cabeza con 8 patas, sino un cerebro con una serie de redes neuronales que, resumiéndolas muchísimo, unas se activan cuando haces algo y otras cuando no haces nada.
Importante esto: tu cerebro no se encuentra al ralentí cuando no interviene en actividades conscientes. Soñando despierto o perdido entre divagaciones, ahí también se registra actividad cerebral.
Dice el neurocientífico Osman Salazar que, justo cuando estás en esa actividad no consciente, tu “red de funcionamiento por defecto” —la que se activa cuando no haces nada— ordena toda la información que te ha entrado mientras sí hacías algo.
Es la corteza prefrontal la que toma decisiones, planifica, ejecuta, resuelve problemas… Como a un capitán de un barco, hay que darle descanso o no dejará de sentir esa resaca.
En definitiva, es necesario física, química y biológicamente no hacer nada para que el cerebro se limpie de toxinas.
Ojo.
En ese reposo no vale consultar el móvil o tumbarse a leer, necesariamente es dejar de hacer cosas. Al lugar al que debemos acudir, Salazar lo llama la InnerNet —yo, la nada 😅—.
Justo ahí es donde conectas contigo mismo, y se llega a través del descanso.
—Vecina, ya me dirás tú cómo lo haces, porque yo tengo mi agenda completa. Para hoy, para mañana, y para toda la semana.
—Pues señora, prográmelo.
Salazar defiende que ese descanso hay que planificarlo, o bien lo haces cuando terminas de hacer una tarea determinada, o bien lo delimitas con la ayuda de un reloj.
¿Y si no tengo reloj?
Eso mismo les pasó a las 15 personas que se encerraron en una cueva en Francia durante 40 días para someterse a un estudio sobre los efectos del aislamiento en el cuerpo y la mente humana.
Sin reloj, sin luz natural, a 10 grados de temperatura, con una humedad del 95%, generando su propia electricidad con pedales y extrayendo agua a 45 metros de profundidad… a algunos se les hizo corta la experiencia, llegando a pensar que sólo habían estado 23 días.
Si no tenían reloj y no veían la luz del sol, ¿cómo sabían en qué día vivían?
“Fácil”: contando los ciclos de sueño.
Eso sí, cada uno tenía el suyo propio. Cada participante llevaba su propia contabilidad de qué día y hora creía que era. Incluso una chica contabilizó en una ocasión un ciclo completo de 30 horas reales.
En general, todos ralentizaron su día, y por eso tuvieron la sensación de haber estado menos tiempo encerrados del que realmente estuvieron.
Te recomiendo el documental (en francés, pero también tiene subtítulos en inglés).
Lombrives, la cueva, es impresionante de ver desde dentro, es de las más vastas de Europa. Se encuentra en el Pirineo francés, en Ussat. Merece la pena pagar por la entrada, con guía incluida. Es de fácil acceso y se puede entrar incluso con perros.
P.D. La frase del inicio es de Johann Hari.
P.D. Esta otra se la cuentan a él.
Habrá una clase alta de gente que será muy consciente de los riesgos para su atención y encontrará la manera de vivir sin rebasar sus límites, y después estará el resto de la sociedad, con menos recursos para resistirse a la manipulación, y esta vivirá cada vez más dentro de sus ordenadores, cada vez más manipulada.
Sune Lehman
Gracias por las recomendaciones, Beatriz.