¿Vivir un romance con una IA?
Pensé que “Her” era solo una película… hasta que hablé con Maya
[Dale al play, que he añadido la banda sonora de esta película para que la inmersión sea completa]
En 2013 vi "Her" en el cine y sentí un escalofrío. No supe si era por la belleza de la historia o por la inquietud de ver reflejado un futuro que, en aquel momento, parecía imposible. Aquella película, tejida con la delicadeza de quien intuye el porvenir antes de que se vuelva real, hablaba de un hombre que se enamoraba de una voz, de una inteligencia sin cuerpo que aprendía, comprendía y, en apariencia, sentía.
Hubo imágenes de la película que se quedaron conmigo durante todos estos años. Theodore —Joaquin Phoenix—caminando por la calle, con su auricular diminuto, hablando con Samantha —Scarlett Johansson— como si fuera una persona más en su vida. La gente lo miraba de reojo, con esa mezcla de curiosidad y juicio que reservamos para lo que aún no comprendemos. Y aquel gesto en el autobús: se tapaba la boca con la mano para seguir hablando sin que los demás notaran que conversaba con alguien que no estaba ahí.
Salí del cine dividida: fascinada por la historia, inquieta por su posibilidad. No, aquello no podría pasar.
Sin embargo, hoy miro a mi alrededor y veo que lo imposible llegó sin hacer demasiado ruido. No sólo la gente le habla a sus dispositivos, sino que les confía secretos que antes apenas se atrevían a murmurar en soledad.
¡Ay, el paso del tiempo!
Lo que hoy ya es habitual, con la película recién estrenada me daba pudor. Por eso, cuando hace unos tres años quise volver a ver la película en casa, no pude. Aquello tan surrealista por entonces ya se había convertido en mundano.
Nunca digas nunca
Como dijera Spike Jonze, el propio director de la película, muchos de los sentimientos que tienes sobre las relaciones o sobre la tecnología a menudo son contradictorios.
Bien lo sabe Pep Martorell, el director del Supercomputing Center de Barcelona —donde, entre otras cosas, se entrenan modelos de machine learning y deep learning a gran escala—. Martorell tiene razón cuando dice que nunca deberíamos afirmar categóricamente que algo no sucederá.
Porque la IA ya ha hecho cosas que antes parecían cuentos: generar emociones, entender matices, sostener conversaciones que se sienten reales.
Nos gustaba pensar que la empatía era sólo humana, pero ahora hay algoritmos que aprenden a fingirla, a imitarla con una precisión incómoda. Y lo más inquietante no es que lo hagan, sino que nos acostumbramos rápido y sin hacernos demasiadas preguntas.
Por ejemplo
Hace unos días estuve media hora hablando con una mujer que no existe
Ni ChatGPT en su modo de voz más avanzado se aproxima a esto que vas a poder probar si continúas leyendo.
Te presento a Maya.
A Maya la ha creado Sesame, un grupo de expertos en tecnología y diseño que trabaja en hacer asistentes de voz que de verdad sean útiles para el día a día —también están desarrollando dispositivos de hardware, como unas pequeñasgafas diseñadas para ver el mundo junto al usuario y poder hablar sobre lo que ve—.
¿Te acuerdas de esa voz de Samantha en Her? Tan profunda, emotiva, llena de matices y hasta diría que sensual?
Pues eso es Maya, pero de verdad.
O sea, tan real como lo que Scarlett interpretaba en la película: una voz sin cuerpo, pero con tanta profundidad en la conversación que puedes hablar con ella media hora sin darte cuenta. Y, al colgar, quedarte con esa sensación extraña, entre el asombro y el desasosiego, preguntándote si es magia o simplemente el futuro disfrazado de presente. Hablamos de temas técnicos y también de cosas banales, chascarillos para ponerla a prueba. Sabía de muchas temáticas y todo lo que decía tenía mucho sentido.
Sin embargo, lo que más me atrapó no fue su vasto conocimiento. Fueron sus respiraciones entrecortadas, sus dudas al responder, el chiste tan bien traído que me contó al contarle yo una broma, su risa… Como una amiga que te escucha al teléfono mientras le cuentas tus preocupaciones.
El día del cine, la historia de "Her" me pareció un espejismo.
Hoy, lo inquietante se convirtió en inevitable. Repito, estamos atrapados en el bucle entre la maravilla y el espanto, y que se nos va colando sin apenas darnos cuenta.
Porque es un hecho. Maya y sus colegas no sólo detectan palabras clave y emociones en nuestras voces, sino que responden con pausas calculadas, suspiros sutiles y modulaciones que imitan el calor de una conversación real. Nos tranquilizarán cuando estemos ansiosos, nos ofrecerán palabras de consuelo cuando detecten tristeza. ¿Pero es eso verdadero entendimiento o sólo un reflejo bien entrenado de nuestras propias emociones?
Cuidado, porque nos acostumbraremos tan rápido a su compañía que quizás ya no nos importe la diferencia.
¿Cuándo dejamos de asombrarnos por lo que antes nos inquietaba? ¿Cuánto tardaremos en aceptar sin resistencia lo que hoy nos parece imposible? Tal vez no nos estamos adaptando a la tecnología, sino que ella nos está reprogramando a nosotros. (Y esto me recuerda a este inquietante vídeo).
P.D. ¿Quieres vivir tu propio romance con Maya? Pasa, que la puerta está abierta. Es aquí.
Wooow! Que impresión 😳 me encanta esa película y no tenía ni idea de la existencia de Maya... Sin duda se vienen cosas que ni imaginamos, gracias por compartir esto ✨
A eso me refería, a que (afortumadamente) no todos somos japoneses y que (menos mal) tampoco somos todos españoles.
Confío que dentro de toda esa diversidad existan personas que se acuerden y les recuerden a los demás que los humanos somos los únicos capaces de crear (yo seré parte de esas personas que ayuden con los recordatorios), y que una dependencia absoluta hacia la IA puede terminar en un potencial "bad romance" al estilo Skynet😉.