Parece un oxímoron pero es cierto, he pedido la baja por enfermedad siendo autónoma.
[Música de violines, que se viene drama].
Durante unas semanas viviré anclada al sofá y hasta arriba de drogas legales.
Hace un par de días, mientras escuchaba cómo me martilleaban y taladraban la rodilla, en el quirófano se hablaba de vacaciones de semana santa y mudanzas. No fue nada grave, las que hablaban ya habían hecho su trabajo y el que pedía la broca del cinco sí que parecía muy concentrado en lo suyo.
Lo mío tampoco es grave. Grandes futbolistas han pasado por el trance de arreglarse un cruzado y luego han seguido compitiendo. Mi caso es fácil porque no soy futbolista, con sentir la rodilla estable y volver a corretear en un tiempo me doy con un canto en los dientes.
Pero ese no era el drama, el drama vino después:
Mientras esperaba a que la anestesia se esfumara, y tratando de acordarme de pedir el parte de baja, se me ocurrió imaginar un mundo donde no hacía falta trabajar… y no me pareció el paraíso.
Era una distopía de esas sin fuego, sin robots asesinos, pero con algo peor: gente sentada en casa, con la nevera llena, la renta básica pagada… y un vacío existencial del tamaño de una catedral. Porque era un mundo en el nadie trabajaba. No porque no quisieran, no porque no pudieran, sino porque otra cosa —un algoritmo sin días malos y con cero dudas existenciales— lo hacía mejor.
Y yo ahí, aplaudiendo desde la grada. Como figurante de mi propia película, me pregunto: ¿y yo para qué?
¿Es eso libertad? ¿Cómo se vive sin sentir que aportas algo?
Sin tener ese momento, por pequeño que sea, en el que piensas: “Esto lo he hecho yo. Yo he ayudado a esta persona. Esto existe porque yo lo puse ahí.”
Porque, si lo que somos se define, en parte, por lo que hacemos… ¿qué pasa cuando ya no hacemos nada? ¿Qué pasa con ese impulso tan humano de querer ser útil, de sentir que somos parte de algo más grande que nosotros mismos? Nos vendieron que la automatización venía para liberarnos, pero ¿y si, en lugar de libertad, lo que sentimos es vacío? ¿Será esta la nueva soledad?
Una soledad en la que no falta comida, pero sí sentido. En la que no hay jefes cabrones, pero tampoco compañeros. Sin lunes, ni viernes. Ni metas. Ni errores, ni aciertos.
Sólo tiempo libre.
Todo el tiempo libre del mundo y ni una sola razón para levantarte de la cama.
Sé que suena exagerado, pero igual va siendo hora de preguntarnos qué valoramos de verdad en esto de “ser útiles”. Y si estamos dispuestos a defenderlo, incluso cuando ya no sea necesario.
Cuando ya sólo haya tiempo. Todo el tiempo, pero ni una excusa para levantarte.
P.D. Y hasta aquí el drama. Lo releo y noto cómo me hundo más en el sofá. Pero oye, yo por ahora tengo excusa —literal— para no levantarme. ¿Y tú, qué harías si ya no hiciera falta que hicieras nada? Respóndeme. O respóndete. Pero respóndete.
Mi drama es que lo tengo bien alimentado:
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Hola Beatriz, ánimos con esa rodilla, espero que pronto vuelvas a continuar aportando tu granito de arena al mundo.
Hace poco, discutiendo con colegas de trabajo salió el tema de "qué harías si te tocara la lotería". Les pareció raro que sostuviera que continuaría currando como si nada.
Me siento identificado con lo que dices, creo que necesitamos sentir que aportamos algo más allá de satisfacer cositas a nivel personal, porque si no hay un vacío dentro que no sé cómo se iba a rellenar.
Hay más formas de aportar a parte del trabajo, pero a mí lo que no me cuadra, y no lo juzgo, es que a alguien le llene vivir en unas eternas vacaciones.
Pero supongo que para gustos, colores.
Yo camine por el camino De Santiago en 2007 desde Paris a un pueblo de la Rioja donde nací. Fueron 1300km, 45 días caminando solo. Ese verano llovió casi todos los días desde el 15 de junio hasta el 30 de julio. Eso fue una suerte, porque cuando llueve te proteges y sigues caminando alegre e imparable. Cuando sale el sol y tienes entre 30 y 40 grados no hay nada que puedas hacer para no sufrir. Así pude tranquilamente ir pensando en todas las mentiras que nos cuentan desde que nacemos.
La primera. Tienes que trabajar para fundar tu familia, comprarte casa coche y yo que sé. Y tendrás que hacerlo toda tu vida. Pero tranquilo, llegará tu jubilación y podrás descansar.
Toda mi vida he vivido en el futuro, siempre pensando lo que haría cuándo sería grande. Tengo 72 años y aún no lo sé.
Y con esa forma de pensar, me imaginé jubilado pero antes de jubilarme pensé el “Worse case scenario”. ¿Y si me muero antes?
¿O si me enfermo?
Porque mi plan de jubilación nunca fue de descansar y hacer nada mirando la tele y votando a Israelís en Eurovision. 😜
No, para mí, jubilarme sería el tiempo en el que podría hacer todo lo que la vida me impidió hacer.
Y desde ese momento hice todo lo que pude para jubilarme lo antes posible.
A los 60 años tiré la toalla y me jubile. Dedicándome a una de mis pasiones. Y después de 5 años tuve que jubilarme de mi jubilación. Nunca había trabajado tantas horas diarias y siete días semana. Descansar, nada.
Pero no paré por ser vago es que cambie mi vida por completo. Paré toda actividad física, ni correr, ni caminar ni hacer largas salidas en bici.
Pase de 61kg a 83kg y con la tensión arterial a 215/105 estaba a punto de explotar.
Nació mi nieta y me salvó. Volví a entrenarme y recuperar la salud y perdí los 23kg de sobrepeso en nueve meses. Porque “mi hacer algo” a partir de ese momento fue cuidarme para vivir la vida de abuelo más feliz y larga que pueda. Si me hubieran dicho que los nietos eran tan guay, los hubiera hecho antes de los hijos. 😜
Pero parar y descansar, nada. Nunca he estado tan ocupado desde que me jubile de verdad.
Es que no sé,ni quiero ni puedo estar sentado sin hacer nada.
¿Doctor, tiene alguna pastilla para curar esa enfermedad?