¿Qué sentido tiene escribir en tiempos de inteligencia artificial?
Sobre el rediseño de la geografía del pensamiento
Hace unos días escribí esta nota acerca de mi preocupación por el desmembramiento masivo de identidades que vendrán con la IA. Mientras tecleaba, pensaba sobre mi propia incertidumbre: cómo mis palabras podrían quedarse obsoletas frente a algo que, en apariencia, está diseñado para escribir mejor y más rápido, con una precisión incansable.
¿Será escribir, en tiempos de IA, como gritar en el vacío?
Aún hoy encuentro en la escritura una pieza esencial de mi identidad. Sobre todo, porque es un proceso de estudio, de autoexploración y, en cierta forma, de conexión con el otro.
Pero aguántame, que me tambaleo.
¿Escribo sobre la IA, o
sobre cómo la IA me hará dejar de escribir?
¿De qué manera escribo ahora?
Para mí, escribir es notar cómo las palabras se alinean solas cuando dejo de buscarlas, también lo es cuando no estoy frente al ordenador y siento el agua caliente sobre mis manos mientras friego los platos y escucho la música de Morgan.
Ahí me doy cuenta, escribir también es concentrarme en cualquier otra cosa que no sea escribir. Es en esos momentos de distracción cuando mi mente se aleja del lenguaje y las ideas se reordenan por su cuenta, encajando en su lugar como piedras acomodadas pacientemente en su cauce.
Escribo cuando camino sin rumbo, escucho música, me distraigo, ahí permito que las ideas se sedimenten como piedras en un río:
I'm a stone, but the river goes on and the river goes on and it's pulling me down.
Y entonces, caí en él. En el río.
No invento nada nuevo, el río siempre ha sido la gran metáfora de la vida, ese flujo imparable que nos arrastra aun cuando resistimos. Pero ya no es sólo el fluir de la existencia, es también ese torrente imparable de unos y ceros que descienden desde las cumbres del progreso tecnológico con la misma determinación con la que el agua busca el mar.
¿Qué significa para mí su torrente, sus juncos, sus guijarros?
El junco, flexible y resiliente, ha aprendido a bailar con el viento. Sus raíces se hunden como anclas que le permiten ceder sin quebrarse.
¿Soy yo un junco?
No sé doblarme con la gracia de quien entiende el vaivén de la corriente. Yo soy la piedra en el fondo del cauce, la que soporta la pisada de quienes lo cruzan sin compartir el camino.
No. El agua, en su insistencia, no negocia. Choca, erosiona, transforma. Su propósito es llegar al mar y, en el trayecto, convierte la roca en algo distinto de lo que fue.
Así como el río no negocia con las piedras que encuentra en su camino, la IA avanza transformándolo todo a su paso. Arrastra estructuras, ideas y certezas, esculpiéndonos con la misma paciencia con la que el agua lima la piedra.
No pregunta, no se detiene.
Simplemente fluye, erosionando certezas que creíamos inamovibles, puliendo los bordes ásperos de nuestras definiciones sobre lo que significa ser humano. Nicholas Carr lo llamó "erosión digital", ese proceso silencioso pero constante que remodela tanto nuestras costumbres como la forma en que pensamos.
Yo sólo pretendía reflexionar sobre la Inteligencia Artificial, y de pronto me descubro rediseñando la geografía de mi pensamiento, obligada a redefinir quién soy dentro de este nuevo escenario.
Ya lo dijo Zygmunt Bauman1, vivimos en tiempos líquidos donde la única constante es el cambio mismo.
En definitiva, hasta la roca más firme acabará siendo arena.
I’m a stone, but the river goes on…
P.D. Yo escribo para mí, y también porque quiero que alguien lea lo que escribo y se suscriba y lo comparta. Lo de que la IA viene a quitar puestos de trabajo ya lo dejamos para otro momento pero mientras tanto esto es parte de cómo yo me creo —de crear— el mío propio. Si quieres contribuir al trabajo que me ha supuesto escribir este texto, puedes usar este enlace de afiliados de Next Door y comprar un libro a través de esta editorial tan majísima. Lo que ellos hacen, según lo cuentan en su escaparate digital: “Aquí combatimos la desinformación y las fake news con contenido riguroso y accesible hecho por los y las científicas de nuestro país”. Si entras a su web a través de este mail y compras un libro, de lo que pagues me dan una comisión a mí. Ellos ganan, yo también, y tú apoyas este proyecto. ¡Gracias!
Carr desarrolla específicamente el concepto de cómo la tecnología digital está "erosionando" nuestras capacidades cognitivas en el capítulo 7, "The Juggler's Brain". Por su parte, Bauman introduce el concepto de "modernidad líquida" como una metáfora de la condición contemporánea, donde las estructuras sociales y las instituciones no mantienen su forma por mucho tiempo.
Para seguir leyendo:
Carr, N. G. (2010). The shallows: What the Internet is doing to our brains. W.W. Norton.
Bauman, Z. (2000). Liquid modernity. Polity Press.
Qué pasada de forma de renovar la metáfora del río de la vida ❤️
Muy interesante esta publicación que hacía días que me guardaba para leer con calma. Y es que es un temazo.
Me encanta que reflexiones sobre todo esto, me pregunto muchísimo a dónde nos va a llevar. Lo que me hace pensar y cuestionar más es a dónde va a llevar a las siguientes generaciones.
Es algo de lo que he hablado mucho últimamente, como nosotros recordamos hacer ciertas tareas, acciones, deberes, etc., que para los más "nuevos" en esto de la vida, ya les vino automatizado.
Creo que lo comentamos en Notes. Me crea muchísima curiosidad saber cuál será la identidad del ser humano en unos años en todo este mapa de elementos activos en la sociedad. No estamos solos, ya nos somos los únicos.
Al final, creo que la necesidad de expresión creativa es innata, surgió por algo y está ahí por la curiosidad del ser humano. Pero, ¿qué rol activo tendrá el humano en esa curiosidad? Cuando se haga preguntas, ¿a dónde irá a responderlas? ¿Qué creará para suplir qué necesidad?