Dale la vuelta a la tortilla, que se te está quemando
Sobre la glorificación del trabajo y la estética del éxito en dos citas de Zygmunt Bauman
¿Alejarme de Instagram para acercarme a Substack es equivalente a decir que no publico sobre mi vida, sino sobre la vida?
Breve recordatorio de qué es Experimentando: textos que, por separado, se sostienen por sí mismos pero que, en conjunto y a vista de pájaro, oscilan sobre la creación de la identidad y buscan el pensamiento crítico
Hace diez años descubrí que me gustaba viajar tanto como para querer vivir en modo nómada. Era el ascenso de las redes sociales y yo observaba a los que lo conseguían —en Argentina, Noruega, Austria, Etiopía, Islandia, Tailandia, Perú— Veía a gente visitando templos, alcanzando cimas… felices y aventureros.
Miraba sus fotos (y sus incipientes vídeos), los admiraba y aspiraba a ser como ellos.
Por entonces, elegí mudarme a Barcelona para formarme e investigar en eso que hacían aquellos. Llegué entusiasmada a la ciudad porque
Descubrí el móvil como herramienta de trabajo. Era maravilloso porque podía trabajar desde cualquier lugar.
Me reunía con gente afín a mí. Nos juntamos unos cuantos locos por los viajes y fundamos la Barcelona Travel Bloggers, el germen para que mi agenda de eventos aumentara de buena manera. ¡Que te inviten a viajes y saraos siempre es algo fantástico!
Pero algo no me cuadraba —siempre hay algo que no me cuadra—. Me tomó un tiempo entender que
Tener el móvil como herramienta de trabajo es horrible, porque eso significaba que podía trabajar también a cualquier hora.
Los eventos siempre estaban muy organizados y la experiencia se suponía que iba a ser positiva. Sin embargo, a mí lo que se me daba bien era divagar, crear textos ambiguos y entretenerme en analizar las luces y las sombras. Entonces, ¿viajar para contar lo que otros querían que yo contara? No era periodismo de viaje sino marketing turístico —la crítica vrs. la venta—.
No es que fuera malo, es que no era lo que yo quería.
Por un lado, se me rompía la fluidez del viaje. Por otro, me espantó comprender que aquel monstruo publicitario se estaba convirtiendo en un “mostrar para fardar”.
Tener que publicar obligatoriamente en redes sociales y en el blog me bloqueaba la capacidad de disfrute. Dejaba de sentirme libre y abierta a la experiencia, para concentrarme y pensar qué debía fotografiar, escribir o incluso experimentar.
Además, de la exposición de aquellos viajes yo no vivía. Tenía que seguir trabajando en cosas menos apetecibles y más rutinarias, pero que eran las que me pagaban mis facturas.
—¡Ay, qué pena! —me dice el socarrón del vecino observándome con ojos entornados.
Por supuesto, hay quien ha sabido elevar estas experiencias a negocio —yo no—. Son los menos pero ahí están, y yo que les felicito por ello.
¿Mi primera conclusión? No era esa mi auténtica vocación y, si se convertía en trabajo para colmo poco o nada remunerado, iba a ser muy difícil mantener el nivel de motivación.
Dejé la asociación y seguí investigando en el blog por otros derroteros. A mí me interesaba crear.
Analizar.
Pensar.
¿Tendría que haber estudiado filosofía?
Sirva esta egoturra este extracto de mi biografía para citar a Zygmunt Bauman:
“Un trabajo entretenido es el privilegio más envidiado.”
Por qué no deberías trabajar por vocación
Ni sacar citas de otros autores de contexto, como la anterior que te acabo de colar.
En este segundo epígrafe vengo con la vuelta a la tortilla. También es de Bauman esta otra:
“Encarar el trabajo como una vocación implica riesgos enormes y puede terminar en graves desastres emocionales.”
Trabajar de lo que te gusta, de lo tuyo, es tu mayor aspiración tu peor pretensión.
Este sociólogo lo que viene a decir1 es que tú y yo estamos viviendo en la época en la que existen determinadas profesiones que se elevan a la categoría de actividades fascinantes y refinadas. Se llamen viajeros influencers, abogados de prestigio o directivos de multinacionales. Son profesiones que encumbran la belleza de quienes las desarrollan, brindan experiencias estéticas —entendidas desde “lo bien” que te ven los demás— y hasta artísticas.
¿Cómo hemos pasado de una época en la que los esclavos, considerados menos que personas, eran la fuerza laboral, a una en la que glorificamos a los adictos al trabajo, sin horarios fijos y obsesionados con sus empleos 24/7, y aún así percibidos como una élite afortunada y exitosa? ¿Acaso hemos cambiado las cadenas por correas de oro?
¿Por qué no valoramos lo que es indispensable para asegurar la supervivencia del grupo? ¿Son las profesiones más necesarias las peor pagadas?
Aquí viene el truco de magia de la sociedad moderna: Relegamos a un segundo plano a aquellos cuyas ocupaciones, aunque remuneradas, apenas les permiten subsistir. Estas son, a menudo, las profesiones más esenciales para el funcionamiento de la sociedad: trabajos que, si desaparecieran, harían prácticamente imposible nuestra supervivencia cotidiana. Porque, sinceramente, todos podemos sobrevivir sin un influencer que nos diga qué café tomar, pero sin alguien que cultive ese café, ahí ya tenemos un problema.
Esta paradoja, en la que lo más indispensable es a menudo lo menos valorado, revela una profunda desconexión entre lo que apreciamos y lo que realmente necesitamos para sobrevivir como sociedad.
Además, es precisamente ese valor que le damos como sociedad a esos trabajos lo que hace diferenciarnos. Hace unas décadas, la realización personal venía de la mano de la “tarea bien cumplida”. Ahora, sin embargo, parece que lo que cuenta es cómo de bien te ves haciéndola. Crece la estética frente a la ética.
Otra vez Bauman:
“El trabajador que se encariña con la tarea que realiza, que se enamora del trabajo que se le impone e identifica su lugar en el mundo con la actividad que desempeña o la habilidad que se le exige —con el fin de que otros le alaben, añado yo—, se transforma en un rehén en manos del destino”.
A ver.
El mercado actual de trabajo es tan sumamente cambiante que es imposible un compromiso a largo plazo, como sí lo fuera antaño para nuestros padres. Cambian las empresas, cambian las habilidades que se requieren y cambiamos nosotros.
Es un riesgo elegir la profesión enteramente por nuestra vocación.
—¿Entonces qué? ¿Quién eres? ¿A qué te dedicas?
¡Ay, vecino!
A nivel laboral —y teórico—, las posibilidades hoy en día son infinitas. El acceso a la formación que nos lanza a esas posiciones más demandadas ¿y exitosas? se ha democratizado a unos niveles tan bestias que no sólo podemos acceder, tú y yo, a cursos gratuitos de las universidades más prestigiosas, sino que además los podríamos hacer desde el sofá de nuestra casa. Y aún así, llegando hasta el final de lo previamente planificado, seguiríamos siendo infelices.
—Eh, no me cambies de tema que la felicidad vive en el ático y aún estamos en el primero. ¿Y entonces? ¿Quién eres tú? ¿Viajera, escritora, filósofa, fantasma?
Ninguna de ellas y todas a la vez. Elegí aspirar a algo que me permitiera un determinado estilo de vida —el de poder trabajar desde cualquier lugar— más que a una posición concreta.
Pero si tengo que elegir, hoy —ya veremos el mes que viene—, elijo tecnóloga de las ideas.
¿Y tú? ¿A qué te dedicas?
📚 Bauman, Zygmunt (2017). Trabajo, consumismo y nuevos pobres.
Interesante reflexión. Me quedo con la frase: "... revela una profunda desconexión entre lo que apreciamos y lo que realmente necesitamos para sobrevivir como sociedad.".
Es el juego de la sociedad actual, el alineamiento de lo que crees que quieres lo confundimos con lo que otros quieren, vivimos en el ego constante, no podemos separar nuestras necesidades reales de las necesidades de la sociedad...
Por este motivo, creo que la verdadera revolución es todo lo contrario: quietud, no hacer, actuar desde el corazón... es decir, plantearnos si somos capaz de bajar el ritmo para escucharnos internamente, o seguiremos dejándonos llevar por las energías de otros y de lo que la empresa, la familia, y con ello la sociedad espera de nosotros.
Yo apuesto por el AUTOCONOCIMIENTO DESDE LA INTROSPECCIÓN.
Demasiadas perlas en un único artículo para requotarlas todas.
Como me dedico a la agricultura voy a dejar ese tema para dedicarle yo un articulo entero, o serie de ellos, o lo que salga.
Así que me voy a quedar con la primera, la de la diferencia entre el IG y el substack que ma gustao.