¿Por qué olvidar el pasado mejora tu pensamiento?
Olvidar, para pensar. ¿Qué tal lo tienes para un experimento, ahora?
Es fácil: abre el cronómeto del móvil, que vas a medir cuánto tardas en relatar en voz alta todo lo que hiciste ayer. Antes de comenzar haz un breve repaso en un tu cabeza para asegurarte de que no haya bloqueos ni blancazos y el reloj no corra en balde. Recréate en todos los detalles que recuerdes.
¿Ya?
¿Cuánto has tardado? Yo misma hice la prueba y tardé unos 5 minutos, ofreciendo bastantes detalles de lo que hice desde que me levanté hasta que me fui a la cama.
Ahora, abre un email en blanco, escribe los minutos que has tardado, la fecha de ayer, y prográmalo para enviártelo en 1 mes. No incluyas más información. Cuando recibas tu propio correo, intenta recordar ese mismo día. Cronométrate de la misma manera… y disfruta con el resultado.
Spoiler: es probable que sólo tardes 20 segundos.
¡Ah, la memoria!
Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado.
Funes el memorioso, un personaje de Jorge Luis Borges, lo recordaba absolutamente todo de su vida, tanto que tardó 24 horas en relatar todo lo que hizo en 24 horas. No pensaba, sólo recordaba.
Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo.
Para pensar es necesario olvidar, pues el pensamiento requiere olvidar diferencias, generalizar y abstraer; el recuerdo constante de las percepciones anula el pensamiento.
A esa capacidad de recordarlo todo se llama memoria eidética y es un tipo de memoria de carácter casi sensorial, que precede a la memoria a corto plazo. Si bien en Funes es ficción, se estima que entre el 2 y el 10% de los niños pequeños experimenta este tipo de memoria, que se desvanece hacia los 6 años, cuando se afianzan otros métodos para procesar la información —imágenes mentales, venid a mí—.
Llevándolo al terreno identitario, si soy lo que recuerdo de mí, ¿cómo decide mi cerebro qué recordar y qué no?
Redoble de tambores…
Son las emociones las que permiten que la memoria se consolide con fuerza.
Cuenta el neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga que cuando se activan las estructuras del cerebro relacionadas con las emociones, estas a su vez activan los mecanismos del cerebro relacionados con la memoria. Y nos confirma que sólo tenemos la capacidad de recordar las cosas que pensamos y sentimos, no los hechos.
Tanto Quian como Funes, ciencia y literatura, se nos cuenta que recordar es tan importante como olvidar, porque ambos nos permiten avanzar…
…avanzar en nuestra narrativa, en la historia que nos contamos de nosotros mismos.
Suceden dos cosas a raíz de nuestro uso compulsivo del móvil y las redes sociales, muy importantes ambas:
La mayoría de las veces que no recordamos algo es porque el recuerdo nunca se formó (podría pasar que fuera por algún trasfondo psicológico, pero son las menos). Mayoritariamente, es la falta de atención en nuestra propia vida, porque estamos pendientes de otras, lo que nos impide formar nuevos recuerdos a añadir a nuestra narrativa.
En el otro extremo ante esa falta de atención, no es fácil olvidar si registras gran parte de las cosas que haces. Tu yo evoluciona, las fotos que cuelgas en instagram no. ¿Qué pasa cuando entra alguien nuevo en tu vida y
te stalkea“va a conocerte” a tus redes sociales? ¿Qué pasa si vivimos constantemente revisando lo que hemos colgado, u otros cuelgan de sí mismos en las rrss? ¿Cómo olvidar, si en internet todo permanece?
Me voy a dormir, que dicen que ayuda a consolidar recuerdos.