Soy un puzzle
Y estoy hecha un cuadro. Sobre la construcción de la identidad a través de las piezas de la memoria, la atención y el tiempo.
Hace un tiempo, en la consulta del dentista, me pregunta al verme:
—¿Todo bien?
—No.
Al día siguiente, una colega de trabajo me dice:
—¿Qué tal estás?
—Mal.
Él me vio entrar con muletas y a ella le avise que estaba muy mareada.
¿Qué crees que pasó a continuación de mis respuestas?
Efectivamente, nada.
Ambos se pusieron a hablar de sus trabajos y no me dedicaron ni una pizca más de su atención. Realmente no querían saber nada más de mí. Y está bien así, no tenían tiempo porque estaban a tope con su trabajo. Yo no podía hacer nada al respecto… ¿o sí?
Claro que hice algo, molestarme. Cagarme en sus p**** padres a caballo.
Pero en silencio, no vaya a ser que me oigan.
Ese fastidio me duró un timepo creo que corto aunque ahora lo reflexiono y te lo regurgito en forma de carta.
La primera moraleja que saco de esto es que, para romper el hielo, esa frase vacía que no sirve para nada, ese smalltalk que dirían los ingleses, joder, jamás usar una que esté visiblemente relacionada con el estado físico o anímico de la persona en cuestión, porque se corre el riesgo de recibir bofetadas por respuestas.
¡Habrá que levantar la cabeza y prestar dos minutos de atención!
Esa atención que hay que repartir entre familiares y amigos pero también entre toda esa gente de la que no podemos prescindir en nuestra propia intimidad. Esa gente que te metes en el bolsillo del pantalón, que te acompañan siempre y a todos lados.
¿Imaginan si hiciéramos algo parecido en el mundo real, si pusiéramos tanto empeño, dedicación y esmero en hacer lo mismo con la gente con la que convivimos?
Fin de la queja.
La segunda moraleja que saco de todo esto es que me estoy convirtiendo en hilandera profesional… porque verás cómo te hilo todo lo que he publicado hasta la fecha.
En nuestro acercamiento conjunto por el Quién Soy —o quiénes somos—, hemos avanzado sobre el papel de la memoria y de la atención en nuestra identidad. Como es probable que seas nuevo en este barco, —y si no lo eres, es posible que te hayas olvidado—,
Sirva esta carta como resumen
Somos lo que no recordamos, porque todos salimos de fábrica con un cerebro universal. Ese que nos permite tomar ciertas decisiones de manera innata. No es memoria porque ya estaba ahí, en los genes.
Somos lo que sí recordamos, porque no podemos disociarnos de nuestra memoria biográfica. A pesar de que los recuerdos que usamos cambian con el tiempo, sí somos esa historia que nos contamos de nosotros mismos. Aunque alteremos ese cuento con los años, eso no quita que somos pura narrativa…
…plagada de imágenes mentales. Vivimos literalmente en los mundos de Yupi porque nuestros sentidos no pueden estar al 100%. Y cuanto mayor nos hacemos, más imágenes mentales ocupamos en el cerebro —más experiencia tenemos—.
Avanzas un poco más en este complejo viaje en el momento que aceptas que esas imágenes mentales son cuestionables y que, como cualquier herramienta humana, están sujetas a error.
Sigo.
Los recuerdos —y los recuerdos que inventas— forman parte de quién eres tú. Entonces, ¿cuáles entran y cuáles salen de tu enorme disco duro cerebral? Pues se quedan los que más se te grabaron a fuego. Son las emociones las que permiten que la memoria se consolide con fuerza.
También somos aquello a lo que prestamos atención, aunque la falta de ella no es sólo responsabilidad individual. Nos secuestran la atención a veces sutilmente, otras descaradamente. Para como, la mayor parte de la vida transcurre en la mente no consciente.
Por si fuera poco, la capacidad de cuestionarse apenas progresa desde que somos adolescentes. No obstante, hay esperanza, porque a ser crítico se aprende.
Aunque el recurso más preciado, hoy, es el tiempo. Si bien todos tenemos las mismas 24 horas al día, la distorsión temporal hace que esas horas se contraigan o se expandan.
Seguir investigando sobre tu propia identidad te llevará:
A revisar, corregir, ordenar y priorizar eso que tú eres.
A utilizar el pensamiento crítico primero sobre tu persona.
Y si te quedas por aquí, próximamente revisaremos juntos la etiqueta profesión como parte ¿indisociable? de la identidad.
P.D. En el email anterior cometí una errata, esta vez involuntaria: Osman Salazar no es neurocientífico sino neurocirujano. Te lo cuento por aquí para recordarte que no bajes la guardia, duda de todo, de todos y por supuesto de mí.
Buen artículo, Beatriz. Me gusta tu idea de que la identidad se construye a partir de memoria, atención y tiempo.